lunes, 10 de marzo de 2014

Jerusalén. 80 aniversario de un texto del Beato Martín.

El artículo fue publicado en la revista Cruzada Seráfica, N3, Marzo de 1934. A dicho texto pertenece el fragamento que ahora publicamos.

Jesuralén.

[...]Diecinueve siglos viene cumpliendo la tremenda predicción de Oseas: «Muchos días estarán los hijos de Israel sin rey, y sin príncipe, y sin sacrificio, y sin altar». «E irán, pues, los pueblos a Jerusalén, prosigue el profeta Isaías, y dirán: Venid y subamos al monte del Señor, y a la casa del Dios de Jacob, y nos enseñará sus caminos y andaremos en sus senderos; porque de Sión saldrá la ley, y la palabra del Señor de Jerusalén». A esto corre la humanidad a Jerusalén, a postrarse ante la tumba del Hombre-Dios y aprender allí sus caminos y senderos, sus mandamientos y su ley, y apagar su sed de justicia y de paz, de luz y verdad en los raudales purísimos que brotan al pie de la Cruz, de aquella Cruz que, como dice San Pablo, fue escándalo para los judíos y necedad para los gentiles, pero que de sus brazos redentores extendidas despide haces de rayos de luz que forman el arco triunfal bajo el cual pasan las civilizaciones cristianas selladas con el signo de la Redención. A esto van las almas cristianas a Jerusalén, a beber en su origen el agua cristalina de la doctrina de Cristo, de la gracia de Dios; a beber de aquella agua viva que Jesús, cansado del camino y sentado sobre la fuente de Jacob, prometió a la humanidad pecadora en la persona de la Samaritana, de aquella agua viva que saltará hasta la vida eterna. Jerusalén es, pues, el punto de convergencia de las miradas, de los deseos de las generaciones todas de la tierra, de las que caen al otro lado del Gólgota, y de las que nacieron a la sombra bendita de la Cruz. M.LOZANO

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